lunes, 1 de agosto de 2011

Un descabellado plan (Relato completo)

Este relato tenia pensado publicarlo en tres entregas, pero tras quince días de vacaciones y la ayuda de un buen amigo en forma de ideas, esta terminado y para que esperar mas.
Aquí lo tenéis por tanto completo.


UN DESCABELLADO PLAN

Capitulo 1

Estaba bloqueado, ni mas, ni menos.

Ocurría que solo podía escribir cuando la depresión me alcanzaba.
Era en ese momento y no en otros cuando la inspiración llegaba en forma de texto.

Curioso que cuando menos ganas tenia de vivir fuera el momento que en mi cabeza fluían mejor mis ideas, pero era así, tal cual.

Mi editor llevaba meses presionándome para que escribiera una nueva novela, pero tras los éxitos alcanzados con las primeras, me había situado en un permanente estado de felicidad absoluta.
La suerte me sonreía, mi bolsillo estaba lleno e incluso sacaba la polla a pasear con más frecuencia que antes, así que, ¿Por qué iba a estar deprimido?.

Lo había intentado todo para conseguirlo, pero no había forma.

Veía a diario imágenes de cuerpos desmembrados en informativos, buscaba videos de ejecuciones en internet, escuchaba durante horas monólogos de “la Esteban”, discursos de navidad del Rey, conferencias de Aznar en FAES, leía a Antonio Gala….. Pero nada, seguía siendo feliz.

El problema estaba servido por tanto, mi compromiso eran tres libros al año y al ritmo que iba era imposible cumplirlo. 
La penalización económica por esto era tremenda, me dejaría en la ruina.

Y yo no estaba dispuesto a dejar de gozar con los placeres ocultos que había disfrutado desde que mis novelas, una tras otra, habían alcanzado la condición de Best-Sellers.

Ante esto se me ocurrió algo descabellado, insensato, disparatado, absurdo y cientos de sinónimos más.
Si todas las medidas tomadas antes no habían servido para caer en la depresión más salvaje, solo me quedaba una salida… fingir mi propia muerte y tomarme unas vacaciones eternas en una playa caribeña junto a mulatas exuberantes deseosas de atenderme.

El plan era sencillo, entre comillas. 

Solo tenia que sobornar a un primo hermano que trabaja en el deposito de cadáveres de la ciudad como vigilante de seguridad, conseguir que montara en mi deportivo uno de tantos indigentes sin familia que llegaban allí todas las semanas, y simular un accidente en el que el coche ardiera hasta dejar irreconocible al susodicho.

Como he dicho, un plan muy sencillo…

Para entonces yo ya habría salido en un vuelo privado rumbo a mi isla paradisiaca, con un pasaporte falso y dando esquinazo a mi editor.
.
Mi primo nunca había sido, digamos, un lumbreras. Apenas alcanzo a conseguir el graduado y su principal afición era sacarse los mocos de la nariz y pegarlos bajo la silla del instituto. Lógicamente no acabo sus estudios y ahora sobrevivía a duras penas en una habitación alquilada de el hostal mas cutre de Madrid.
No fue por tanto difícil convencerlo para que accediera al que a la postre acabo confirmándose como un desatinado plan.

Las cosas se empezaron a complicar pronto, el día elegido para la farsa, cuando mi primo se presento muy de mañana en el magnífico Chalet de La Moraleja donde vivo.

No venia solo. A su acompañante solo le faltaba colgarse un letrerito al pecho donde se leyera, “Sicario a sueldo. Hago buen precio”. Mexicano, sin duda, venia tocado por un bigotito fino y afilado en sus puntas que hacia juego con la gabardina negra de cuellos puntiagudos.

Parecía que en cualquier momento iba a sacar dos subfusiles de entre los pliegues de la misma y empezar a disparar a todo lo que se moviera, como si de la película “El Mariachi” se tratara.

Tras darle varias collejas a Daniel, que así se llamaba mi primo, para tranquilizarme, no tuve mas remedio que aceptar que este nuevo personaje formaría parte de la trama.

Daniel me comento que Alcides, el mexicano, había formado parte de uno de los carteles mas peligrosos de su país, el de Sinaloa, pero que por circunstancias había tenido que salir huyendo para evitar que le hicieran una bonita “corbata colombiana”.

Yo no quise llevarle la contra, pero aunque cierto es que la primera impresión me llevo a pensar en la figura del sicario, ahora que lo miraba mejor no estaba tan seguro.
Alcides no alcanzaba el metro sesenta, bajo la gabardina asomaba una prominente barriga fruto de cientos de Coronitas y le fluía constantemente un hilillo de baba en la comisura de los labios, por lo que se me hacia complicado pensar que fuera un peligroso asesino

Ante esto, yo no alcanzaba a ver que pintaba este señor en el plan.

-       Mire guey -me dijo Alcides-, yo por la plata soy capaz de chingarme a mi señora madre si hace falta, así que aquí me tiene a todo calzón.

Un tipo así no aceptaría un no por respuesta, y de todas formas estaba claro que mi primo lo había puesto al día de todo, con lo que no me quedo mas remedio que incluirlo en el grupo.

Daniel me había llamado la noche antes para decirme que había llegado un indigente con características físicas similares a las mías.
Lo habían encontrado, ironías del destino, muerto en su banco del parque y abrazado a mi último libro, “Setas asesinas”.

No tenia papeles y seguramente nadie lo reclamaría, con lo que era un candidato perfecto.


Capitulo 2

Había llegado el momento y tras escoger para el desconocido mi mejor traje y mi mejor reloj, que hasta para morir hay que tener clase, partimos hacia el depósito cuando el sol empezaba a ponerse.

Días antes había transferido parte de mis ahorros a un paraíso fiscal y a la cuenta del Señor Rigoberto Melocómo ( nombre que había elegido para mi nueva vida en el Edén). Solo el (u séase yo) y de forma personal podría hacer uso de ese dinero a su llegada. Las instrucciones al banco para su retirada eran claras, Rigoberto debía presentarse en sus oficinas en no más de cuarenta y ocho horas a partir de hoy, y tras identificarse correctamente, decir en voz alta la siguiente cita de mi admirado Woody Allen:  El dinero es mejor que la pobreza, aunque sólo sea por razones económicas.

El resto de mi dinero, unos tres millones de euros en billetes de quinientos y en efectivo, los deje bajo la custodia de mi primo con las instrucciones de que deberían volar conmigo hasta el paraíso.

El trayecto fue de lo más entretenido.

Para relajar tensiones mi primo tuvo “la genial idea” de contarnos chistes de difuntos -¿Qué le dice un muerto a otro?..¿Quieres gusanitos?...-  y Alcides para no ser menos, lo hizo sobre asesinatos - Este fin de semana, en Lepe, ha habido dos muertos: uno por asesinato, y otro en la reconstrucción judicial de los hechos -.

Curioso que el mexicano de los huevos usara chistes de Lepe, muy curioso…

Al llegar a nuestro destino Daniel nos comento que esperáramos un momento aparcados a unos metros de la puerta trasera del contenedor de fiambres y así lo hicimos.

Minutos después nos abrió y mediante gestos nos indico que le siguiéramos al interior.

Unos pocos metros más adelante encontramos la sala frigorífica.
No había menos de diez casillas, estando marcadas por nombres solo un par de ellas.
El resto eran ciudadanos anónimos que nadie echaba en falta, solo números y códigos de barra adheridos al frio metal.

-       Bien – le dije a mi primo - , saquemos a nuestro amigo y salgamos pitando antes de que nos descubran.

-       Veras, Gonzalo -me dijo-, resulta que no he conseguido el numero identificativo de nuestro amigo, así que habrá que buscar un poco.

Diez, nueve, ocho, siete…. Colleja, colleja, colleja… tres, dos, uno. Uff, ahora mejor, más tranquilo.

Al abrir la primera casilla nos encontramos con una chica joven muy guapa.
Sus rasgos eran suaves, elegantes, y su cuerpo desnudo incluso resultaba pecaminoso a pesar del tono azulado de su piel.

Ahhh, ahhh, ahhh, umm, umm…..

-       ¿Pero qué cojones…?... ¡Quieres dejar de darle a la zambomba, mexicano del diablo!. Serás pervertido.

-       Ay, lo siento guey, es que me excite nomas al ver tan linda chavita.

Fue necesario encontrarnos un viejo canoso con mofletes sonrosados y una mujer obesa con pechos operados antes de abrir la casilla correcta y encontrar mi alter ego.

El parecido era realmente increíble. Podría haber pasado perfectamente por mi hermano gemelo excepto por el detalle de una dentadura desastrosa, consecuencia sin duda de los años pasados junto a su mejor amigo, “Don Simón”.
También, y hay que reconocerlo, el desconocido gastaba un “Nacho Vidal” que ya me hubiera gustado a mi disfrutar, y más aun a mis amantes.

Pero eran “pequeñeces” que quedarían reducidas a cenizas en el accidente que iba a sufrir.

La tarea de vestirlo fue más complicada de lo que esperábamos debido al rigor mortis, y ante nuestra falta de experiencia  y la premura de tiempo, finalmente optamos por abrir el traje por detrás con unas tijeras y hacer pasar solo piernas y brazos por él a modo de funda.
De esta guisa volvimos sobre nuestros pasos, con un muerto ataviado con un traje carísimo y un reloj impresionante, pero con la espalda y el culo azulado al aire brillando bajo la luz mortecina de aquel pasillo.

Al salir metimos a “Nacho”, que así le iba a llamar tras ver sus enormes atributos, en el maletero de mi deportivo junto a varias garrafas de gasolina. 

Además Daniel ya había preparado un segundo coche que conduciría Alcides junto a él tras la explosión para acercarme a mí hasta el vuelo privado que me llevaría al Caribe y a ellos de vuelta a casa.

Di por sentado que buscaría un coche de alquiler, lo normal para estos casos, pero no, frente a mis ojos me encontré con el típico Mercedes funerario negro que en tantos entierros había visto. En su interior iba anclada una urna cineraria.

-       ¿A ver primo – le dije mientras respiraba profundamente para calmarme - , de verdad no había otro coche algo más discreto para la ocasión?

No esperaba una respuesta muy inteligente, ni siquiera una salida airosa, pero es que ante mi pregunta se limito a encogerse de hombros, poner cara de niño malo y finalmente se rasco sus pelotas mientras emitía una risita absurda.. “Jen, jen, jen…”

Así que no me dejo otra opción… una colleja más.

Joder, como se me había ocurrido poner mi muerte en manos de semejantes idiotas.

Sin más dilación partimos en extraña comitiva fúnebre (el muerto delante en mi maletero, y el coche funerario con la urna que debía contener las cenizas de algún difunto anónimo siguiéndome detrás) hacia nuestro destino, el Puerto de Navacerrada.

Ya era noche cerrada, habíamos conseguido salvar la vigilancia del depósito y salvo “detallitos” el plan parecía que llegaría a buen fin, al menos lo parecía…

Capitulo  3

… hasta que justo en el inicio de la subida al puerto nos pararon a ambos coches dos picoletos motorizados del  Seprona.

-          Buenas noches Caballero. ¿Pueden decirme hacia donde se dirigen?  - me dijo el agente amablemente mientras palpaba el revólver que llevaba al cinto –

La verdad es que no había barajado este contratiempo por lo que tuve que improvisar sobre la marcha…

-          Buenas noches agente. Pues vera, resulta que mi madre falleció ayer y su última voluntad era que esparciéramos sus cenizas en lo más alto de la sierra y cuando la noche fuera cerrada. Ya sé que puede sonar algo raro pero tengo que confesarle que aunque un servidor tenía en gran respeto a su señora madre, no es menos cierto que en los últimos años esta había perdido la cabeza llegando a creerse águila perdicera en ocasiones, halcón peregrino en otras, lo que obligo a la familia a tenerla amarrada constantemente a la cama porque era ver una paloma y lanzarse en plancha sobre ella sin más remisión. Esto le genero la perdida de varias piezas dentales, obligándonos a alimentarla con potitos de verduras en sus últimos días. Aunque también es cierto que prácticamente no los comía, porque en su demencia decía tener polluelos en su nido, o séase cama, y los regurgitaba tal ave rapaz para alimentarlos. En el último mes su locura fue a más y constantemente gritaba que sus polluelos habían venido a vivir a este puerto, lo que nos lleva a la petición descabellada que le explicaba al principio de nuestra  conversación pero que como buen hijo no tengo mas remedio que atender.

Ante semejante perorata el guardia civil quedo por un momento totalmente desconcertado.
Arqueo la ceja derecha, bizqueo ostensiblemente el ojo izquierdo y finalmente alcanzo a decir visiblemente emocionado:

-          Sinceramente Señor, esta es la historia más increíble que jamás me han contado, pero tratándose de la última voluntad de su señora madre no será este servidor de la patria quien le niegue su deseo. Que no hay cosa más grande, solo el amor a España y a la familia Real, que la madre que nos da la vida. Es mas, mi compañero y yo le acompañaremos hasta lo más alto de este puerto para que pueda llevar a cabo acto tan noble.

-          Muchas gracias Señor Agente. No dude usted que le tendré siempre presente en mis rezos, y que mi señora madre desde el cielo en el que voló en sus últimos días, velara por usted.

-          Por favor, es mi obligación. Romerales, -dirigiéndose al segundo agente-, yo encabezare la marcha y usted la cerrara tras el coche fúnebre. Informe al conductor del mismo para que este al tanto de lo dispuesto.

Por el espejo retrovisor atine a ver como el agente en cuestión se acerco hasta el coche fúnebre y como Alcides asentía a las indicaciones que recibía.

A estas alturas ya estaba claro que el plan se había ido al garete.

Era del todo imposible seguir adelante y solo quedaba llevar a cabo la pantomima de lanzar las anónimas cenizas al aire, rezar para que todo saliera bien, y volver a casa. Indiqué por tanto al agente que encabezaba la comitiva que íbamos hacia la cima del pico de Peñalara, pensando que debido a la dureza del ascenso los agentes no nos seguirían hasta el final.

Me equivoqué de nuevo.

Los guardias civiles nos acompañaron hasta donde pudimos llegar con los coches, y luego nos siguieron a pié hasta la laguna glaciar desde donde comenzamos la ascensión a la cima.

En mis brazos iba en todo momento la urna cineraria que había cogido del coche fúnebre indicando a los agentes que esta contenía las cenizas de mi santa madre. Mi primo, que como les había dicho no es ningún lumbreras, no paraba de gesticularme a escondidas de los civiles todo el tiempo, pero no le preste la mayor importancia, y lo achaque a que los nervios habían acrecentado un tic que contrajo, según explicaba a veces, en los baños del cuartel donde hizo la mili.
Nunca entro en detalles de lo que paso, y sinceramente, yo preferí no saberlo.

 Alcides mientras tanto nos seguía en silencio.

Después de un duro ascenso, logramos coronar el pico cuando ya estaba amaneciendo. Yo iba en cabeza, seguido de la pareja de la guardia civil, y cerrando la extraña cordada iban mi primo y Alcides.
Por momentos creí que los guardias no llegarían hasta el final, ya que el agente Romerales, de oronda figura, iba dando resoplidos y sudando por todos los poros de su cuerpo.
Sin embargo el agente que parecía de mayor graduación  nos dijo que un miembro de la guardia civil nunca abandona una misión.
Cuan complicado ponía todo esto, pero cuan orgulloso me sentí de estos abnegados agentes de la Benemérita.

No había vuelta atrás, por lo que solo quedaba continuar con la escenificación de esparcir los supuestos restos de mi difunta madre.

Por lo tanto, me coloqué al borde del precipicio y dije solemnemente:

 – Oremos.

Inmediatamente los guardias adoptaron posición de firmes y descubrieron sus cabezas. Alcides agacho su cabeza representando muy bien su papel, pero mi primo empezó a gesticular más si cabía, sin importarle que los guardias civiles lo pudieran ver.

Note entonces que los agentes se miraron entre ellos, y antes de que pudieran sospechar que algo raro estaba pasando, actué con rapidez vaciando la urna en el vacío.  

Mi sorpresa fue mayúscula al ver como de la urna salieron cientos de billetes de quinientos euros, y como descendían  lentamente hacia el bosque que había al fondo del precipicio.

En ese momento todo se precipitó. Los dos agentes descubrieron el pastel y ambos echaron rápidamente mano a sus armas reglamentarias. Alcides, de quien en un principio había dudado, demostró ser todo un profesional y en decimas de segundo saco una recortada que llevaba bajo la gabardina y, con una rapidez increíble, disparó a quemarropa sobre el primer agente, dejándole el pecho reventado y matándole al instante. No tuvo tanta suerte con Romerales, el cual aún tuvo tiempo de sacar su revólver y dispararle, dejándolo herido de muerte sin remisión mientras el mexicano exclamaba: “Me chingaste, guey”. Por su parte, mi primo, con agilidad felina inesperada, se arrojó hacia él agente, cayendo ambos al vacío con tan mala suerte para mí que Daniel se agarró a la pernera de mi pantalón y me arrastro con ellos montaña abajo.

Pero el destino, como todo el mundo sabe, es caprichoso, y conmigo se cebó.
Digo esto porque en mi caída, choque contra un saliente y quedé clavado en la roca, con tan mala suerte que el golpe principal lo recibí en la columna vertebral, quedando colgado en el saliente sin poder hablar ni moverme de cintura para abajo. Y no podía hablar porque en la caída saqué la lengua perdiendo la misma de un mordisco al golpear contra la dura piedra. 

No conforme con esto, un trozo de rama me atravesó la pierna derecha haciéndome sangrar profusamente a través del muslo y consiguiendo por fin que acabara desmayándome.

Tras estar inconsciente varios minutos, un horrible estruendo justo en el bosque que había al pie de la montaña consiguió despertarme. Comprendí que todos mis acompañantes habían fallecido. Luego, miré hacia abajo y creí estar alucinando al ver lo que por su aspecto y ropas parecían asiáticos y  negros, árabes y judíos, europeos y americanos, y así varias etnias mas, enzarzadas en una violenta lucha por conseguir el mayor numero de billetes, si…, mis billetes…

Se mataban entre ellos sin compasión utilizando todos los objetos susceptibles de servir como armas (cuchillos para la carne, tijeras de barbacoa, hachas y martillos, picas de campings, palos de sombrillas…).

Ya era de día y pude observar claramente que aquello era un campamento y que justo en una esquina del mismo un gran cartel ponía:

-          IV Convención mundial de Credos del Mundo. Alianza de Civilizaciones.

Eso explicaba por qué había tanta variedad de razas y vestimentas en la batalla, batalla en la que cada vez quedaban menos luchadores y más cuerpos desmembrados, mutilados y destripados, tendidos en el suelo desangrándose sin que nadie se preocupara por ellos.

 Al final, todo quedo en silencio. Los más fuertes sobrevivieron y repartieron entre ellos el dinero, marchándose de allí y abandonando al resto a su suerte. Y eso me hizo pensar que, aunque durante toda la historia de la humanidad los hombres han tenido la necesidad de creer en algún ser superior que les guiase y les uniese como hermanos, no es menos cierto que desde que el mundo es mundo, en asuntos materiales y pecuniarios, ni hermanos ni primos, nos convertimos en el ser vivo más cruel y despiadado de los existentes en la faz de la tierra.

Han pasado unas horas, y aunque ya ha llegado la policía al campamento, nadie repara en el pobre individuo que espera la muerte al borde de un saliente de la montaña. Intento gritar, pero es imposible, no tengo lengua.
 A mi lado se han posado dos buitres que poco a poco me van desgarrando la herida abierta de mi insensible pierna. En uno de ellos me parece ver la misma cara enfadada que ponía mi madre cuando me descubría masturbándome en el baño con la Interviú en la mano. Tal vez sea el castigo por haber utilizado su memoria de forma tan vil para engañar a la guardia civil.

En uno de mis manotazos para defenderme de los buitres, que ya se han comido gran parte de mi muslo derecho, he palpado en mi bolsillo un objeto duro, y he recordado que siempre llevo encima mi mini ordenador portátil de última generación por si me llega la inspiración que últimamente no conseguía. Mini ordenador con webcam incorporada que hasta ahora había utilizado básicamente para grabar a las prostitutas que, a cambio de grandes cantidades de dinero, se atrevían a realizar todas las perversiones que mi mente podía imaginar, que por cierto son muchas y variadas.

En un último momento de lucidez he decidido escribir mi historia en el procesador de texto del mismo.
Si alguien la está leyendo en estos momentos supongo que habrán encontrado por fin mi cuerpo en el saliente, al menos lo que hayan dejado de él los buitres, y que a partir de este relato los investigadores podrán explicarse qué ha provocado la matanza (seguro que al tratarse de un campamento dedicado a la Alianza de Civilizaciones podrían haber sospechado de Zapatero) y sobre todo informar tanto a las familias de  los heroicos guardias civiles como a sus mandos, de su comportamiento ejemplar y entrega desinteresada hasta en las situaciones más inusitadas.

Tal vez hayan encontrado también a “Nacho”…

Es curioso, me encuentro muy deprimido y acabo de tener una muy buena idea para una novela. Podría ser un nuevo Best_Seller. Lastima que ya no me quede tiempo y que el buitre que se parece a mi madre me este mirando fijamente. ¿Y si aun pudieran salvarme?… Empezare por si acaso, aunque estoy viendo como un enorme pico se aproxima hacia mi ojo y, añjsdlkfaañsihdñaubsdñafvv,n a al´mam´dmaim´badbad m…………………...


3 comentarios:

  1. Wowwww, buenísimo.

    Otro, por favor.

    Saludos.

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  2. Rocio Fuentevilla Fuentes10 de agosto de 2011, 0:37

    Excelente blog Antonio. Sin palabras.....Como el ánonimo anterior. Otro por favor.Un saludo.

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  3. Gracias Rocío. Ya estoy deseando que crees tu blog para leerte. Saludos.

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